Gilda
El arma del dolor de la belleza
En carne de satén
Y en un instante,
Los miles de relojes de pulsera,
Rendidos a la curva juguetona,
De una melena roja.
Sin antídotos, curas, ni preguntas,
Giraron los planetas en torno
De tu brazo.
Y el tiempo una vez más
Siguió su curva gris y silenciosa;
¡No mires hacia atrás,
O perderías todo!
Olvida, olvida,
Olvida,
Se tú sola en el cielo,
Cegado por las lumbres del verano.
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