La frontera
Al otro lado de la frontera
de los malditos,
los tullidos eran hombres
con sonrisas,
el viento refrescaba
por las noches,
incluso había sol
y buenos amigos.
Si no hubiéramos pasado
tantas veces
mirando hacia otro lado
delante de su puerta,
tal vez ahora
sería más sencillo,
extender nuestra manta,
acomodarnos,
en este lugar,
nuestro lugar ahora.
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