Patinadora

Siempre adoraste trepar
por muros soleados
de piedra amarillenta
vieja y sabia.

A pesar de tu afán mineral
y de las flores
que crecen en tus hombros
tu tristeza es enorme,
niña vieja adosada.

El tiempo era sin duda
demasiado largo,
y tus amantes no entendían
la lengua de las piedras.
Sólo amaban las flores
para adornar su ojal
y se marchaban.

Quizás debiste a tiempo
aprender a patinar,
y dejar el licor
apenas en los labios.

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