Alétheia

Vuestra infelicidad
se cruza delante de la noche
con el vestido ajado
y, vieja amiga de todos
la invitamos a sentarse
a la mesa.
Tal vez su presencia
diera peso a la noche,
como esas horas,
que nacen ya
con el olor de lo muerto.

Bajo el rostro sin maquillar,
maduro,
se adivina la misma materia
que un día os sedujo,
pero hoy su pureza
ataca la piel desprotegida,
con la furia del verano.

Lo que amasteis tanto
no era más que un segundo,
arrancado a la distancia
de cien años luz.


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