La culpa

No había espacio en la casa
para el remordimiento.
Sentí toda la noche,
la respiración de un tercer cuerpo,
tendido en nuestra cama.

Huí con la serpiente
cuando se hizo de día;
se retorció indefensa
al exponerla al sol,
pálida de vergüenza insoportable.

Por la tarde se fue
como ceniza,
me dejó la resaca
del insomnio
y el intestino irritado.

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