La dama tímida

Ella desconoce
el arte del tejido
con hilos dorados.
Nunca le interesó
pulir sus modales,
para sacar de sí
la apostura superflua.
Baila en la galería
con los pasos justos
para retener el sol.

Cuando alguien requirió
sus galas de vestir
la frágil intemperie,
ella sólo cedió un manto fino,
transparente,
demasiado íntimo
para el galanteo.
Se quedó la dama
con su tesoro intacto,
al sol del ventanal iridiscente.

Sólo un furtivo,
trepador de azoteas,
la veía en secreto,
gozaba de sus dones,
y la olvidaba a veces
para bajar al suelo.

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