Los cuervos
No pienses en mi queja,
como el grito de un cuervo,
que parte en dos
la tarde de verano.
También había cuervos,
la tarde en que intentaba
aprender a estar sola.
Esa tarde,
los cuervos y cigarras
me rompieron los tímpanos,
para dejar que el alma
huyera libremente.
Si entonces lloré,
ya lo he olvidado,
hoy escucho a los cuervos
en el mismo paisaje,
con la sorpresa
del que no espera nada.
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