Otro intento fallido


Ensimismada en tu libro, tenías esa hermosura silenciosa que da la madurez. Al primer fogonazo me pareciste una persona apacible, de esas que te llenan la tarde de un domingo solo con sentarte a su lado. No creo en los flechazos y no lo fue, simplemente los dos teníamos ganas y las circunstancias nos ayudaron. Tal vez el viejo Rumi anduviera por allí también urdiendo los hilos. Místico o mistificador, manejaba como nadie el lenguaje del deslumbramiento amoroso para hablar de Dios, y yo llevaba inoculando en el alma varios meses sus cuartetos, sin otro referente para echar mano, que recuerdos empolvados de los 20 años. El amor puede pasar en poco tiempo, de ser la experiencia más dichosa a la más triste y por eso nos esforzamos muchas veces en callarlo bajo paletadas de cal viva. Rumi había despertado al monstruo.

Su bucle negro y su esbelta altura, contempla.
El dulzor de aquel granate azucarado, contempla.
Dije: dame un beso del diezmo de hermosura.
Se volvió sonriente y dijo: su locura contempla”*

*(Traducción del persa de Clara Janés y Ahmad Taherí)

De la Fnac fuimos a un café cercano, los compatriotas se sienten más unidos en el extranjero, hablamos, hablamos y hablamos. Todo lo tuyo me resultaba entretenido, fascinante, apetecible. Miraba codicioso tu mundo con unas ganas locas de entrar en él. Tenías algo de maga, porque mi vida no se me antojaba pobre e insípida a tu lado. Todo lo contrario: me nacían alas en los pies. Mi triste vida crecía y crecía hasta llegar a tu altura, complementabas mi materia y me sentía fuerte.
Se supone que debería estar inventando una historia sin mí y aquí estoy tirando del hilo de los recuerdos. Nunca le enseñaré a Javier estas páginas, no paro de transgredir sus recomendaciones, pero es tan fuerte la tentación de recordar... creo que te lo debo, se lo debo a nuestra vida juntos. Muchas veces rememoramos aquellos años, era como revisar la visión oficial, la que habríamos contado a nuestros hijos una y mil veces de haberlos tenido, pero muy pocas veces a solas, había jugado a conjurar fantasmas. La lealtad a veces nos limita, a solas sacamos a la fiera y nos deleitamos con su fealdad. Cuando estamos solos somos de verdad sinceros. Estos cinco meses han sido un vacío, y antes, tu enfermedad me tenía amarrado al presente. Los años, el desgaste habían debilitado los recuerdos. Mi vida dejó de ser dócil a tu encanto y me crecieron ramas y raíces fuera de tu control, a ti también, aprendimos a vernos con apéndices nuevos. Ahora el círculo se ha cerrado, no caben más palabras ni más fugas: eso es lo que fuimos, la vida no da para mucho. Aquellos calambres amorosos no volverán a reinterpretarse, nadie sacará más conclusiones solo queda el pasado en su estado más puro.

Todo esto es absurdo, estoy intentando escribir una historia, cuando lo que me apetece de verdad es ver pasar el tiempo, recrearme mirando las nubes, y dejar entrar a los recuerdos.
Es inútil, Javier, lo he intentado. La verdad es que no me apetece nada inventarme otras vidas.

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