La Jirafa en llamas


Ayer recibí el número 29 de La Jirafa en llamas, que Alfonso Aguado Ortuño, su editor, nos envía por haber colaborado. La Jirafa es una revista ensamblada, eso quiere decir, que se forma, también materialmente, con las aportaciones de los colaboradores.
La RAE define ensamblar como “unir, juntar, ajustar piezas”, en este caso se trata de piezas heterogéneas de un formato parecido. Y el hilo que enfila las cuentas de la revista, es en este caso la Religión.
Me gusta la forma, porque Alfonso abre su proyecto a todos los que participamos, y nuestro juego es su juego. Somos ojos distintos, lentes distintas, que reflejan la luz a su manera, y el conjunto ensamblado de todas las cuentas produce un brillo raro, imposible de igualar y de reproducir en cualquier otro momento. El recipiente de la idea también es un objeto grato: una cajita de cartón artesanal, con una página gris, a modo de guarda, tres piedras doradas y unas cintas púrpura, pura simplicidad Zen.
Pero también me gusta el contenido. Las más de cuarenta intervenciones se pueden utilizar como barómetro para medir lo que la idea de Religión suscita en la actualidad. La mayoría de los participantes son críticos con la Religión como instrumento de poder, en la línea de las citas que el editor ha escogido como introducción:
No creo en Dios, no lo necesito y además soy buena persona”
José Saramago

Las religiones son como luciérnagas, necesitan la oscuridad para brillar
Arthur Schopenhauer

Parece que en el Siglo XXI ya hubiéramos superado todos los miedos y carencias que llevaran a los hombres desde el principio de los tiempos a buscar en lo trascendente el cobijo y el consuelo. Matamos a Dios cuando la sociedad nos había proporcionado las prótesis necesarias para no echarlo en falta. Pero ¿qué queda de Dios? El hombre que siente que no lo necesita, es porque en algún momento se ha enfrentado a la travesía del desierto de la soledad existencial del ser humano y lo ha hecho con éxito. No es cuestión baladí y tampoco es sencillo.
Otra cosa es que la sociedad nos dote de distracciones varias para que jamás pensemos en ello. La sociedad de la autoayuda ejerce la compraventa también con los demonios existenciales, porque haberlos haylos, y siguen allí, con la misma ferocidad que en la Edad Media. La sociedad moderna nos ha dado muchas cosas, pero a cambio nos ha quitado el calor del grupo y el amparo de la naturaleza.
Para matar a Dios, había que tener el valor de Zaratustra, para bailar sobre el dolor del mundo y aceptarlo ¿Hemos hecho los deberes?




Ésta fue mi aportación


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