Tardes
Las tardes de noviembre
tienen brillo caduco,
que sabe a que no hay tiempo,
a haber perdido el tren
y que era el último.
Son como un paisaje
en el que ya no somos,
donde no queda sitio
porque a la misma hora
el día se levanta en las antípodas
y nuestro sol se acaba.
Pero después de cuarenta
o de cien años,
sólo sabemos tejer
o destejer
los mismos juncos
tan suaves ya a los dedos
como un cuerpo querido.
Comentarios
GRACIAS.