Sequía
Acostumbradas a la sequía,
racionábamos el agua
como algo natural.
La tierra seca
hería nuestros pies
con la arrogancia de lo inevitable.
Espiábamos el cielo
por la noche,
para llenar nuestras almas,
con su esplendor vacío,
y olvidarnos del sol
por unas horas.
Nuestra casa pequeña
nos cercaba:
la vida recluida
crecía como planta trepadora,
arañaba los muros,
secaba las paredes.
Nuestra flor, si la hubo
fue golosa, de cactus,
concentrada en su néctar.
racionábamos el agua
como algo natural.
La tierra seca
hería nuestros pies
con la arrogancia de lo inevitable.
Espiábamos el cielo
por la noche,
para llenar nuestras almas,
con su esplendor vacío,
y olvidarnos del sol
por unas horas.
Nuestra casa pequeña
nos cercaba:
la vida recluida
crecía como planta trepadora,
arañaba los muros,
secaba las paredes.
Nuestra flor, si la hubo
fue golosa, de cactus,
concentrada en su néctar.
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